A veces perder es ganar un poco
Agosto de 2012
Ivan Obolensky
Los mercados de valores se componen de las acciones de muchas compañías. Normalmente, los precios reflejan las expectativas de ganancias, dado que los mercados miran al futuro.
El dinero, o el efectivo, también tiene una expectativa intrínseca. Tiene un valor en el tiempo.
Supongamos que es necesario elegir entre recibir 10.000 dólares ya, o en un año. ¿Cuál opción debería elegirse?
No tendría ningún sentido esperar, de modo que recibir los 10.000 dólares inmediatamente parece la mejor opción. Pero supongamos que uno quisiera invertir a un año.
¿Cuánta rentabilidad debería esperarse? ¿Mil dólares? ¿Qué tal una pérdida de 300 dólares?
Cualquiera de las respuestas anteriores podría ser apropiada dependiendo de las circunstancias.
La economía está marcada por el contexto.
En los experimentos científicos se intenta aislarlos de los factores externos que pudieran comprometer los resultados. Pero en el mundo económico esto no siempre es posible.
Un negocio puede verse en forma aislada, pero es necesario considerar los manejos y decisiones específicas teniendo como referencia el entorno en el que se toman. El contexto es aquí muy importante.
Los economistas trabajan con modelos, buscando poder manejar esta dificultad que ofrece el contexto.
Un modelo útil del mercado de valores ha sido el Modelo de Evaluación de Activos Financieros (CAPM, por la sigla en inglés).
Con él se responde la pregunta: ¿Cuánta es la rentabilidad que los inversionistas deben esperar de una inversión?
El modelo cumple esta función otorgando un precio a los valores individuales de acuerdo con su clase de activos y en relación con el mercado en su conjunto. Esto permite que el inversionista compare el precio actual con el precio de un modelo y sepa si está pagando de más.
En un artículo anterior que escribí (La historia de las finanzas modernas) explicaba que la combinación de varios activos con tendencias diferentes en el tiempo puede disminuir la volatilidad general, o las fluctuaciones, del conjunto. CAPM es la teoría que está detrás de la diversificación y funciona hasta el momento en que todos los activos pierden valor al mismo tiempo. La diversificación puede reducir el riesgo de los activos individuales, pero no puede deshacerse del riesgo sistémico: el riesgo inherente a un sistema general.
Al cuerpo humano lo componen muchos sistemas diversificados. Pero independientemente de esta diversificación, el hecho de que los seres humanos nazcan, vivan y mueran con el paso del tiempo es un riesgo sistémico. No puede evitarse.
Las economías y los mercados de valores también conllevan un riesgo sistémico.1
En las finanzas, una falla sistémica sería el congelamiento (y el posterior colapso) de todo el sistema económico. Esto fue lo que casi sucede en 2008.
Una de las razones para que este cierre estuviese a punto de darse fue la desaparición del mercado de papeles comerciales en Estados Unidos.
El mercado de papeles comerciales consiste en la manera como enfrentan las grandes empresas sus necesidades de financiación a corto plazo.
Supongamos que General Electric haya vendido mil millones de dólares en equipos industriales a otro fabricante. Puede que GE no reciba esa suma por algún tiempo. En lugar de esperar por ese dinero para poderle pagar a los empleados, GE entra al mercado de papeles comerciales y solicita en préstamo el monto de la nómina. Lo hace mediante la oferta de papeles (en forma de notas de corto plazo que devengan intereses) a diversas instituciones bancarias, que serán pagaderas en un plazo máximo de 270 días.
Los bancos utilizan los papeles comerciales para crear intereses en cuentas de ahorro. La cantidad de papeles comerciales en circulación en Estados Unidos en un momento puede estar alrededor de un billón de dólares.
Durante la crisis de Lehman Brothers en 2008, los préstamos entre las instituciones llegó a ser virtualmente inexistente y casi ningún banco quería (o podía) extender créditos por ningún motivo. Existía una clara posibilidad de que incluso las compañías grandes, que normalmente piden prestado para sus necesidades a corto plazo (tales como el pago de nómina), no tuviesen el dinero suficiente ni los medios de conseguir prestadas tales cantidades de dinero.
Tener el dinero suficiente en efectivo significaría tener el monto de la nómina en la cuenta corriente, listo para ser enviado a una empresa de pago de nómina, tal como ADP. Este tipo de cuenta corriente se conoce como una «cuenta a la vista» y no tiene restricciones en cuanto a los desembolsos.
Muchas compañías (lo mismo que individuos) mantienen el exceso de efectivo en cuentas que devengan intereses, tales como las cuentas de ahorro o de manejo de dinero. La letra menuda que rige estas cuentas normalmente señala que el banco puede negarse a pagar estos fondos durante un período que puede extenderse desde varios días a varias semanas, incluso si el dinero aparece en la cuenta como un saldo positivo. Esto no es el caso con una «cuenta a la vista».
Recuerdo el día en que circulaba el rumor de que Estados Unidos se hallaba al borde de un cierre completo del sistema porque las nóminas no podían financiarse. El mercado de papeles comerciales había desaparecido. El rescate de Paulson (La Leyde Estabilización Económica de Emergencia de 2008) resolvió la situación en ese momento.
Este fue el equivalente médico a un cuerpo que no logra bombear sangre, lo que daría como resultado una falla sistémica. Esto constituye la razón por la que la actual política del banco central se concentra en mantener la liquidez y el flujo de dinero a través del sistema, ya sea en Europa o en Estados Unidos.
El Modelo de Evaluación de Activos Financieros estima cuál es la rentabilidad que un inversionista debería poder exigirle a una inversión. Uno de los factores en el cálculo se llama «Tasa de rentabilidad exenta de riesgo».
Esta es la tasa de interés teórica para una inversión que no tiene la posibilidad de sufrir una pérdida financiera. Es sinónimo de una posición ultra-conservadora y está por lo general representada por la tasa de interés de bonos gubernamentales a corto plazo. Históricamente, esta tasa ha estado alrededor del 3%.
Los bonos de corto plazo suelen adquirirse con un descuento.
Por ejemplo, un bono a corto plazo podría venderse por 950 dólares cuando se emite y en seis meses el comprador recibe el valor nominal de 1.000 dólares. El descuento de cincuenta dólares al valor nominal es el interés que se gana.
Usando el ejemplo de los 10.000 dólares, asumamos un perfil muy conservador y busquemos la tasa de rentabilidad exenta de riesgo. Esta tasa puede ser positiva o negativa, dependiendo del estado general de la economía.
En Japón, la tasa de rentabilidad exenta de riesgo ha sido intermitentemente negativa durante algún tiempo. El país ha estado en una deflación a largo plazo debido a la progresiva depreciación de un gran número de préstamos incobrables y a los desequilibrios de la balanza comercial.
En Japón, los inversionistas conservadores han comprado a menudo bonos a corto plazo del gobierno (que maduran en un año) para un valor superior al que tendrían en el momento de su vencimiento. En otras palabras, en lugar de comprar el bono de 950 dólares, como en el ejemplo anterior, lo adquirían por 1.030 dólares y recibían 1.000 dólares.
Estos inversionistas perdían dinero intencionalmente. Si los precios de los bienes caían 5% durante este tiempo, mientras que su inversión en bonos del gobierno perdía sólo el 3%, ganaban 2% en términos de poder adquisitivo. Premeditadamente, la compra de una inversión a pérdida tiene sentido en ese contexto.
En nuestro ejemplo, la rentabilidad de menos de 300 dólares sobre los 10.000 dólares podría estar bien si la transacción se hiciera en Japón.
En otro país, como Argentina (que tiene una alta tasa de inflación), el bono a dos años rinde un 8,93% 2, lo que refleja una combinación de la tasa de rentabilidad exenta de riesgo y un factor de inflación. (Si la tasa histórica exenta de riesgo es del 3%). Esto significaría que la inflación está en torno al 6%.
En un entorno inflacionario, el dinero vale menos en el futuro.
En nuestro ejemplo, vemos que el índice de rentabilidad que se debe exigir por nuestros 10.000 dólares depende del ambiente económico actual.
En Estados Unidos, la tasa de la tesorería a un año es de 0,19% 3. Históricamente es baja. La Reserva Federal la ha mantenido en estos niveles en un esfuerzo por obligar a los inversionistas a asumir mayores riesgos para estimular el crecimiento económico.
Dado que nuestro perfil es muy conservador, debemos exigir esta tasa sobre los 10.000 dólares.
Debido a que es tan baja, casi ni vale la pena considerarla.
Estamos pensando como la Reserva Federal quiere que pensemos, lo que explica el actual entorno de bajas tasas de interés: los bancos centrales quieren que los inversionistas asuman mayores riesgos para estimular el crecimiento económico.
Debemos tener cuidado de no estar asumiendo más riesgos de los que deberíamos.
Para manejar hoy nuestras finanzas con inteligencia es necesario que evaluemos si la economía en la que movemos nuestro dinero se encuentra en una deflación como en Japón, en una inflación como en Argentina, o si se mueve en ambas direcciones simultáneamente, como en Europa y, en cierta medida, en Estados Unidos, donde podría ser mejor mantener dinero en efectivo hasta que sea claro cuál tendencia va a predominar.
¿Qué escenario se ajusta al país en el que invertimos?
1 Bernstein, P. L. (1996), Against the Gods: The Remarkable Story of Risk, Nueva York, NY: John Wiley & Sons.
2 ForexPros, (s. f.), Argentina 2-year Bond Yield. Consultado el 7 de agosto de 2012 en: http://www.forexpros.com/rates-bonds/argentina-government-bonds
3 Departamento del Tesoro de Estados Unidos, (s.f.), Daily Treasury Yield Curve Rates. Consultado el 7 de agosto de 2012 en: http://www.treasury.gov/resource-center/data-chart-center/interest-rates/pages/textview.aspx?data=yield
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