El gen del idioma
Marzo de 2012
Ivan Obolensky
¿Cuáles son las dos cosas que los humanos conscientemente hacemos más que cualquier otra?
Estaría dispuesto a apostar que hablar y escuchar ocupan los primeros lugares en la lista; y que de todos los hitos de nuestra historia, extendiéndonos hasta el momento en el que existimos por primera vez como seres humanos, el desarrollo del lenguaje fue probablemente el más significativo.
Solo ahora, miles de años más tarde, comenzamos a tener un indicio de la magnitud y la importancia de ese evento; sin embargo, el origen del lenguaje —su desarrollo como una capacidad y lo que hizo que apareciera en el Homo sapiens— no encuentra una respuesta sencilla. Que se haya producido gradualmente, o por medio de un cambio sin continuidad, es algo que no podemos determinar con certeza.
El origen del lenguaje ha sido un tema polémico. En 1866 la Sociedad Lingüística de París emitió un edicto que prohibía las discusiones sobre este tema, ya que nadie tenía una base científica y los argumentos se prolongaban y acaloraban.
Con la aceptación de la teoría de la evolución, algunos sostienen que el lenguaje surgió cuando los seres humanos adquirieron un cerebro más sofisticado, que hizo posible la invención y el aprendizaje de los idiomas.
Otros consideran que el lenguaje es más un fenómeno cultural que algo dictado exclusivamente por la genética, y que la capacidad de lenguaje y de su uso ha crecido al ritmo de los avances en la interacción social.
Algunos sugieren que este proceso se llevó a cabo durante un período prolongado y que el lenguaje es tan complejo que resulta difícil concebir que surgiera de la nada. Debe de haber evolucionado lentamente en algún lugar entre nuestros antepasados prehumanos.
Está además el punto de vista que sostiene que el lenguaje surgió de improviso, como un fenómeno emergente, independiente de cualquier evento externo.1
El principal defensor de este último enfoque, llamado “la teoría de la discontinuidad de la lengua”, es Noam Chomsky. Él postula que una mutación fortuita se produjo en un individuo hace unos 100.000 años, y que esta desencadenó la aparición de la capacidad de lenguaje, que se extendió a las generaciones siguientes. En un momento dado no existía la capacidad humana innata para el lenguaje y al siguiente, ya estaba ahí. El cambio fue pequeño, pero definitivamente monumental, por su carácter único.
Existen propiedades de nuestra capacidad de crear lenguaje que no se asemejan a las de ninguna otra especie o incluso a partes de nuestras propias mentes. Una de estas propiedades es que no hay palabras fraccionarias. Las palabras vienen en tamaños enteros, al igual que los bits de la información digital que se marcan como un 0 o un 1, encendido o apagado. No existen las fracciones.
En segundo lugar, no existe un límite superior para el número de palabras que pueden encadenarse en una oración. Es infinito. Es como si nuestra mente no tuviese fronteras en esta área.
La única similitud se encuentra en la aritmética y en los números, que muy bien podrían ser productos de la misma capacidad de crear lenguaje.2
Uno de los argumentos contrarios a la noción de Chomsky sobre el desarrollo de una facilidad para el lenguaje a través de la evolución es que resulta difícil prever cómo a partir de una sola mutación todos los humanos tienen ahora, sin excepción, la misma capacidad para el lenguaje. ¿Cuántas generaciones serían necesarias para ver este tipo de saturación, y cuánto tiempo se requeriría? ¿Sería suficiente tiempo? El concepto de una distribución extensa y rápida de una mutación genética beneficiosa se conoce como “barrido selectivo” y ocasionalmente se ha presentado, pero rara vez en la adaptación humana.
La investigación sobre el genoma humano y los resultados de la secuenciación y el mapeo de genes están empezando a arrojar algo de luz sobre esta área del lenguaje, sobre todo en lo que respecta a un gen llamado FOXP2.
Este gen se convirtió en el foco de atención desde 1990. Su importancia salió a la superficie cuando se estudió una familia particular (de unas treinta personas de más de tres generaciones) cuyos miembros mostraban dificultades compartidas del habla y del lenguaje. La mitad sufría una deficiencia del habla y la otra mitad no. La diferencia entre los dos grupos se aisló como un daño en el gen FOXP2.
Un gen es una pequeña parte de una cadena de ADN vinculado a una característica específica de una especie, tal como la determinación del color de los ojos. No todos los genes actúan de la misma manera. Algunos producen directamente una característica específica, mientras que otros actúan indirectamente al producir proteínas que activan y desactivan algunos genes, actuando como un interruptor. El gen FOXP2 es un miembro de la última clase. La importancia de este tipo de gen es que puede producir efectos generalizados a medida que un cuerpo se desarrolla.
En el momento de su descubrimiento y aislamiento como un factor que influye en el lenguaje y en la capacidad del habla, el gen FOXP2 fue aclamado como “el gen del lenguaje”. Desde entonces, investigaciones adicionales han encontrado que su presencia está bastante extendida en todo el reino animal, y no es exclusivo del Homo sapiens. Esto parece indicar que la capacidad lingüística se encuentra también en otras partes del reino animal.
Los chimpancés y otros simios tienen un gen FOXP2 que difiere tan sólo en dos de los 715 aminoácidos que componen el gen en los seres humanos.
Todas las especies de aves tienen una versión similar del gen FOXP2. La investigación en ratones y aves ha encontrado que el FOXP2 no solo afecta la vocalización, sino también la capacidad para aprender y el desarrollo del cerebro.
Se encontró así mismo que el gen FOXP2 existió en los neandertales, y se descubrió que estos tenían las mismas dos mutaciones del Homo sapiens cuando la línea humana se separó de la de los chimpancés unos cinco o seis millones de años atrás, lo que plantea la pregunta de si también ellos tenían la capacidad del lenguaje hablado. No lo sabemos. Es posible que haya otros genes involucrados en nuestro propio desarrollo que actualmente no conozcamos y que diferencien aún más nuestra capacidad lingüística de la de otras líneas genéticas.
Las comparaciones de las secuencias de genes con otras especies han situado los orígenes del FOXP2 humano entre 100.000 y 200.000 años atrás. La división humana con el Neandertal se dio alrededor de 400.000 años atrás, por lo que el ADN neandertal parece sugerir que la aparición de este gen tuvo lugar antes de lo pensado, y que el gen mutado solo se generalizó y se hizo uniforme más tarde en la historia de la humanidad.3
Si la adquisición del lenguaje fue una habilidad que surgió rápidamente en tan solo los últimos 100.000 años, o si ha tenido un desarrollo mucho más largo, no ha sido precisado con exactitud; pero lo cierto es que la investigación genética continuará arrojando más luz a medida que surjan nuevos hallazgos.
1 Crystal, D. (2005). The Origins of Language. En The Cambridge Encyclopedia of Language, Second Edition. Cambridge, Reino Unido: Cambridge University Press.
2 Chomsky, N. (2000). The ‘Chomskyan Era’ excerpted from “The Architecture of Language”, 2000 Consultado el 19 de marzo de 2012, en http://www.chomsky.info/books/architecture01.htm
3 Yong, E. (2009, noviembre 11). Revisiting FOXP2 and the Origins of Language. Consultado el 19 de marzo de 2012, en http://scienceblogs.com/notrocketscience/2009/11/11/revisiting-foxp2-and-the-origins-of-language/
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