La elección
Julio de 2015
Ivan Obolensky
La excelencia se define como un talento o una cualidad que es inusualmente bueno y supera los estándares comunes.1
Tiene una tendencia a ser exagerada. Los anunciantes utilizan la palabra con tanto descuido que la excelencia parece algo común y corriente. Parecería que es fácil para todos y para cualquiera alcanzarla y discernirla; sin embargo, en última instancia, la excelencia se encuentra en los resultados. Las cosas o bien son excelentes, o no lo son. Como estándar, es implacable, a pesar de cualquier intento de hacerlo más complaciente.
En realidad, no todos son capaces de lograr la excelencia. Si lo fueran, entonces ese estándar se convertiría en la media y, por tanto, no sería excelente por definición.
La palabra se asocia a menudo con los académicos (una búsqueda en Google de “excelencia en la educación” produjo más de 104 millones de enlaces, y esto solo en inglés).
Se utiliza para expresar la competencia académica.
En los tiempos modernos, la excelencia podría reflejarse en las mejores calificaciones. En muchas escuelas y universidades existe la práctica de calificar sobre una curva. Un maestro puede hacer un examen a sus estudiantes, dar la calificación más alta al 77 % y la más baja al 34 %. La primera equivaldría a la nota máxima y, por tanto, sería una indicación de excelencia.
Si se baja el límite de los estándares aceptables, la excelencia, como concepto, podría redefinirse como algo que simplemente se sitúa por encima de lo establecido. En otras palabras, puede moldearse como algo distinto a la intención original de la palabra.
De la misma manera que la excelencia puede degradarse como concepto, puede igualmente mejorarse. A medida que un grupo particular alcanza los niveles más altos de rendimiento, lo que se considera el estándar de excelencia también aumenta.
Esto señala una característica clave de la excelencia: no es fija.
Además, no es fácil de alcanzar. La verdadera excelencia en cualquier campo requiere mucho trabajo y esfuerzo continuo para mantenerla.
Los antiguos griegos tenían mucho que decir sobre el tema.
Su palabra para la excelencia de cualquier tipo era arete. Se relacionaba estrechamente con el cumplimiento de la función o el propósito. Tanto los hombres como las mujeres podían tenerla. Era sinónimo de eficacia. Un cuchillo extremadamente afilado tenía arete, al igual que la resistencia de un atleta.
Arete se personifica a veces como una deidad menor y se decía que se le apareció a Hércules en una encrucijada en forma de una mujer joven que le ofreció la opción de una vida de lucha contra el mal, mientras que su hermana, Kakia (maldad), le brindaba una vida alternativa de riqueza y placer. Arete era también una parte de la paideia, la educación ideal de la juventud de una polis (ciudad-Estado). Esta incluía el control del cuerpo a través de deportes como el boxeo y la lucha libre, el entrenamiento de la mente mediante el conocimiento de la retórica, la gramática y la filosofía, así como la educación espiritual a partir del estudio de la música y la práctica de virtudes como la valentía y la prudencia.2
El equivalente romano era Virtus, que personificaba la valentía y la firmeza militar.3
La palabra excelencia se deriva en última instancia del latín ex: “fuera de” y cellere: “subir alto, encumbrarse”.4
Tanto en su historia como en su derivación, excelencia es un sinónimo de sobresaliente.
En 1950, Japón aprobó una ley para la protección de los bienes culturales. Las personas que habían alcanzado un extraordinario dominio de ciertas habilidades artísticas debían ser designadas como preservadores de bienes culturales inmateriales importantes para asegurar su continuidad como parte de la cultura japonesa. Aunque hay designaciones para grupos más grandes y más pequeños, quienes reciben la certificación individual son considerados tesoros nacionales vivientes.
En 1980, PBS transmitió un documental (Los tesoros vivos de Japón) sobre varias de estas personas. Entre ellas estaba un fabricante de espadas, un actor de Kabuki, un alfarero y varios más. Una en particular era una señora de edad avanzada que confeccionaba una tela de cáñamo teñido con índigo utilizada para confeccionar kimonos. La señora cultivaba y cosechaba la fibra; hilaba y tejía la tela, cuatro rollos al año, teñidos con un color azul profundo que con el tiempo cobraba intensidad. Realizaba todas las fases de la fabricación a mano de la misma manera que se había hecho durante cientos de años. El resultado era una obra maestra textil.
Lo que me impresionó entonces, y se ha quedado conmigo desde entonces, fue un comentario que hizo la señora. Dijo que muchas veces se despertaba antes del amanecer y esperaba a que el sol saliera para poder seguir tejiendo, tal era su entusiasmo por el trabajo.5 Era una mujer que amaba lo que hacía y hacía lo que amaba.
El entusiasmo por lo que se hace es necesario para lograr la excelencia.
Es difícil evaluar qué es lo primero: el amor por el trabajo en sí, o el amor que crece por este cuando uno se convierte en maestro del oficio. Muchos pueden tener entusiasmo, pero sin la competencia y conocimiento profundo de los fundamentos, la excelencia seguirá siendo siempre difícil de alcanzar.
En tiempos antiguos existía la trayectoria de aprendiz, oficial y maestro artesano. Esto no solo conservaba los estándares sino que daba acceso a la capacitación para los que deseaban aprender. Muchos aprendices tenían que realizar la actividad de sus padres y se preparaban para continuar con la tradición familiar. Eran aprendices hasta haber absorbido todo lo que ellos les podían enseñar. Luego, emprendían un trayecto para aprender más de otros. Se convertían en oficiales. Con el tiempo y el paso de muchos años, alcanzaban la categoría de maestros. La educación y la capacitación eran un proceso personal. Incluso entonces, no todo el mundo lograba alcanzar la maestría. Para empezar, a algunos no les gustaba el oficio; pero al no contar con otras opciones tenían que aprender de todos modos. Lo que es dudoso es que lograran excelentes resultados sin la alegría interior que se desprende del amor por lo que se hace.
La excelencia requiere el conocimiento de las habilidades necesarias para hacer el trabajo, no importa cuál sea el campo de acción.
Se requiere un nivel de logro mayor al del simple dominio. Hay que estar muy familiarizado con los procedimientos, métodos, técnicas y herramientas de un oficio particular para no verse atrapado en el «cómo» hacerlo. Las herramientas o los métodos se convierten en una extensión de uno mismo. Cuando se alcanza este nivel de competencia, se puede empezar a crear verdaderamente e ir más allá de lo ordinario. ¿Cuánto tiempo tarda dominar completamente un campo, una forma de arte, un oficio o una profesión? Aquí viene a la mente la regla de las 10.000 horas de Malcolm Gladwell,6 pero esto puede ser un cálculo insuficiente. Seguramente sería posible llegar a ser muy bueno en cualquier cosa que uno intente después de esta cantidad de tiempo, pero un verdadero profesional tendría que dedicar un período similar para ser considerado siquiera un profesional. La verdadera excelencia requiere más.
En el documental, Jiro sueña con Sushi, Jiro hace exactamente los mismos procedimientos para hacer una simple pieza de sushi. El contenido cambiará dependiendo de lo que sea más fresco y de mejor calidad en los mercados que visita todas las mañanas, pero su objetivo es hacer que todos los movimientos, cortes y pasos de la preparación sean ejemplos de la perfección cada vez y siempre.7
Picasso es otro ejemplo interesante, ya que sus primeros dibujos son extraordinariamente detallados y realistas. Sabía cómo dibujar con un nivel muy alto de destreza, pero a medida que avanzaba en el dominio de la técnica, dejó de lado buena parte del realismo y adquirió la abstracción por la que es tan conocido. Cuando se mira un cuadro de Picasso parecería a primera vista que es fácil crear una obra similar, pero sin el nivel de maestría previa y la habilidad perfeccionada durante años de estudio y experimentación, el intento fracasaría.
Esto se debe a que la verdadera excelencia está construida sobre una base exhaustiva de habilidad, conocimiento y desempeño que no se puede acortar.
Luego de un control tan completo y de la comprensión de lo que uno está haciendo, llega el factor adicional que hace de la excelencia algo tan impresionante. Se llama: conexión.
Las grandes obras de arte, los productos excelentes y las actuaciones extraordinarias nos conectan con la vida.
En palabras de Picasso, su obra Guernica expresa: “…mi execración de la casta militar que ha hundido a España en un océano de dolor y muerte”. La obra es técnicamente brillante y supera la simple ejecución para resonar con el espectador a un nivel personal. Eso la ha convertido en una de las pinturas de la guerra más famosas de todos los tiempos.8
En el caso de Jiro, por medio de los alimentos él conecta las maravillas de la naturaleza y la elegancia de la presentación con las alegrías que recibimos de nuestra capacidad de degustar, oler y experimentar. El resultado es la excelencia, por la que su pequeño restaurante tiene la mayor distinción de Michelin.9
Puede que cada uno de nosotros no logre alcanzar la excelencia en lo que hace, pero al menos podemos descubrirla en lo que nos rodea.
Hoy, incluso eso es difícil. No resulta fácil discernir lo extraordinario de lo ordinario ante el bombardeo de miles de demandas de atención que recibimos de los numerosos dispositivos electrónicos que consideramos tan necesarios para sentir que todavía estamos vivos.
Los museos son un lugar donde se puede experimentar de primera mano la excelencia, y en abundancia, pero ¿cuántos de nosotros dedicamos un poco de tiempo para visitar uno solo aunque sea una vez al mes? Tal es el ritmo del mundo en que vivimos.
A pesar del ruido que nos envuelve, existe la excelencia, pero hay que buscarla aunque sea solo para apreciarla o para esforzarse por alcanzarla.
Al igual que Hércules, cada uno de nosotros, cada día, todos los días, se halla en una encrucijada con una opción de caminos a tomar, y son estas opciones las que, de una manera u otra, dan forma a nuestras vidas.
Nosotros decidimos.
Nosotros elegimos.
- Enevoldsen, N. (S. F.) The Pursuit of Excellence. Consultado el 14 de julio de 2015 en: http://www.imasocialentrepreneur.com/pursuit-excellence/.
- A. (S. F.) Arete: The Greek Way. Consultado el 14 de julio de 2015 en: http://lancefuhrer.com/arete.htm.
- A. (S. F.) Minor Gods of the Roman Pantheon (Di Indegetes). Consultado el 14 de julio de 2015 en: http://www.unrv.com/culture/minor-roman-god-list.php.
- Excellence (S. F.) Online Etymology Dictionary. Consultado el 14 de julio de 2015 en: http://www.etymonline.com/index.php?term=excellent.
- Living Treasures of Japan (2012). Consultado el 14 de julio de 2015 en: https://www.youtube.com/watch?v=1Twwjiape3A.
- Gladwell, M. (2008) Outliers, the Story of Success. Little Brown & Co. Nueva York., N.Y.
- Magnolia Home Entertainment (2012). Jiro Dreams of Sushi [película].
- Shabi, K. (2013) Guernica Meaning: Analysis and Interpretation of Painting by Pablo Picasso. Consultado el 14 de julio de 2015 en: http://legomenon.com/guernica-meaning-analysis-of-painting-by-pablo-picasso.html.
- Magnolia Home Entertainment, cit.
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Ivan,
Wonderful and inspirational. Thanks.
craig