Medios y sesgo

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Abril de 2014
Ivan Obolensky

Cada vez que sintamos la necesidad de animar un día falto de emociones, simplemente preguntemos a alguien su opinión sobre el cambio climático y discrepemos luego de ella. El tema puede llevarnos a un debate tan emocionante como blandir un palo de golf en medio de una tormenta eléctrica.

Las opiniones sobre el cambio climático se dividen entre quienes sostienen que este es un hecho y quienes creen que no.

En la primera categoría se encuentran aquellos que consideran que el cambio climático lo ocasiona el hombre y los que sostienen que su origen es natural.

También están los que creen que las pruebas científicas son insuficientes para probar cualquiera de estos puntos de vista.

En la década de 1980, una de las teorías que los académicos respaldaban se conoció con el nombre de Modelo de déficit de información en la comunicación científica.

La teoría tenía dos componentes principales:

La primera parte sostenía la creencia de que la falta de información estaba detrás de la incertidumbre del público y de la ignorancia general sobre los temas científicos, tecnológicos, lo mismo que de los ambientales.

La segunda consideraba que mediante el suministro de grandes cantidades de información, se podría superar este déficit de conocimiento y llegar a crear una población general que con el tiempo tuviese creencias y opiniones científicas correctas.1

Esta teoría asumía que las mentes del público eran como baldes vacíos que tan solo era necesario llenar con la información correcta para obtener el resultado deseado.

Infortunadamente para sus difusores, no parece existir algo semejante a una mente vacía.

Contrariamente a la creencia popular, no usamos solo el diez por ciento de nuestro cerebro. Lo utilizamos por completo, aunque no necesariamente todo a la vez. No hay mucho espacio allí, a pesar del hecho de que la información que necesitamos procesar es inagotable.

Parte de este espacio mental es ocupado por la programación genética.

Cualquier organismo que espere sobrevivir tiene que contar con algún mecanismo innato de supervivencia, aunque sea tan básico como reproducirse lo más rápido posible para asegurar que la especie sobreviva. Muchos organismos unicelulares siguen esta estrategia. Es lo que hacen.

Este tipo de comportamiento se transmite genéticamente. Es más eficiente en el corto plazo que la conducta aprendida porque el aprendizaje requiere tiempo y es costoso en términos de recursos. Muchos organismos unicelulares simplemente se copian a sí mismos, por lo que cada organismo nuevo incursiona en el mundo con la misma capacidad de sus células madre, y a pesar de la propensión genética.

En los organismos multicelulares, en particular en los seres humanos, también hay comportamientos predeterminados, pero, adicionalmente, una gran cantidad de espacio mental se reserva para el aprendizaje futuro. Los seres humanos no maduran hasta bien entrada la adolescencia aunque, por supuesto, muchos padres tienden a establecer ese límite mucho más adelante.

No obstante, nuestros instintos y habilidades predeterminados ocupan una gran cantidad de espacio neural.

Habilidades que encontramos fáciles de ejecutar, como caminar o ver en tres dimensiones, requieren grandes cantidades de energía del cerebro. Encontramos que son fáciles solo porque una gran parte del cerebro está reservada para ellas. Sin las cantidades masivas de neuronas dedicadas a estas habilidades, no solo resultarían difíciles sino que ni siquiera existirían.2

La enfermedad de Alzheimer ataca las células nerviosas y el tejido cerebral, que con el tiempo reducen el cerebro hasta un tamaño alarmante. El peso del cerebro normal de un ser humano adulto es de aproximadamente 1300-1400 gramos (3 libras).3 La autopsia de un hombre de 68 años de edad con enfermedad de Alzheimer y Parkinson mostró un peso del cerebro de 940 gramos (2 libras), equivalente a una pérdida de masa del 33 %.4

Para poner esto en perspectiva, el ojo humano tiene una fina capa de neuronas que convierte las señales de luz de la retina en señales que el cerebro puede procesar. Es tan delgada que es casi completamente transparente. Se encuentra justo en frente de los bastoncillos que reciben la luz. Se afirma que tiene el poder de procesamiento de una pequeña supercomputadora.5

Con la enfermedad de Alzheimer cada función se debilita progresivamente hasta no poder realizarse más. La destrucción de las células es masiva en los casos avanzados y la pérdida de procesamiento de toda una libra de masa cerebral en términos de rendimiento mental va más allá de cualquier comprensión.6

De una manera más sutil, los seres humanos a menudo dan por hecho sus talentos individuales particulares, precisamente porque consideran fácil lo que hacen sin dificultad y, por tanto, sin importancia, cuando en realidad es todo lo contrario. ¿Cuántos de nosotros hemos caído en la creencia errónea de que los demás pueden hacer lo que hacemos con igual idoneidad y con el mismo esfuerzo mínimo? No logramos advertir que si es fácil de hacer, una gran parte de los recursos genéticos y sinápticos del cuerpo se han dedicado a su ejecución. Tampoco observamos que otras personas a menudo encuentran difícil hacer lo que nosotros hacemos.

Al mismo tiempo, existen ciertos atributos humanos que parecemos compartir universalmente. El lenguaje es uno y la generación de opinión es otro.

Nosotros, los humanos, formamos opiniones de manera instantánea. Somos buenos en eso y una gran cantidad de la maquinaria mental se dedica a esa tarea. A menudo hallamos atajos para definir las opiniones mediante el uso de las emociones. Si uno odia algo, las emociones contribuyen a subrayar la opinión. La toma de decisiones también se acelera. A uno no le gusta algo: punto final.7

La manera como nos sentimos acerca de algo está influida en gran medida por la manera como vemos la información sobre el particular.

Una observación que se desprende de nuestra capacidad de formarnos una opinión es que nos resulta más fácil almacenar opiniones y decisiones que hechos.

Formulémonos una pregunta simple: ¿es más fácil de memorizar y recitar un poema, o recordar exactamente cómo nos sentimos acerca de ese horrible tío Edward?

Es una perogrullada decir que recordamos con facilidad nuestras opiniones, por muy matizadas que estas sean.

Los proveedores de información científica, así como aquellos que trabajan con noticias económicas y políticas, descubrieron que los receptores ya tenían opiniones y creencias formadas, y que cuando un hecho se oponía a sus creencias, este simplemente se descartaba.

Nuestras mentes parecen estar llenas ya. La información que recibimos o bien se alinea con lo que ya está allí, o no lo hace.

Uno de los clásicos trucos psicológicos en el aula es el del gorila invisible.

Imaginemos que mientras miramos un video corto se nos pide contar el número de veces que los miembros de camisa blanca en un grupo de personas vestidos de blanco y negro se pasan una pelota entre sí. Hay que contar con la mayor precisión posible. En medio de la acción un hombre en un traje de gorila camina hasta el centro de la pantalla, se golpea el pecho, y sale del alcance de la cámara.

Este experimento se realizó en la Universidad de Harvard hace varios años y más del 50 % de los estudiantes no logró ver al gorila.

El experimento puso de manifiesto dos cosas: que nos perdemos una gran cantidad de las cosas que tienen lugar a nuestro alrededor, y que no tenemos ni idea de todo lo que nos perdemos.8

Por cierto, ¿recuerdan el sesgo que dimos con respecto al tío Edward ocho párrafos atrás?

Probablemente lo recordarán. Escribí que era horrible. Se puede destacar un hecho, haciéndolo coincidir con una opinión. Los datos son más pegajosos de esa manera.

No es de extrañar que los principales sistemas de difusión de las noticias financieras, por lo menos para el inversionista que no es profesional, acudan en canales como CNBC a comentaristas que discuten de un lado y otro sus razones.

Esta misma estrategia la han adoptado los canales de noticias generales. La discusión es ahora el principal vehículo de la información.

Quienes entregan la información consideran que los hechos son solo hechos. No existirán para nosotros a menos que puedan alinearse con nuestro sistema de creencias, y con lo que estamos dispuestos a ver, al igual que con el hombre en traje de gorila.

Uno de los puntos más fascinantes sobre el cambio climático es que es uno de los debates científicos clave para el público general que ha surgido desde que se descartó el Modelo de déficit de información en la comunicación científica y se sustituyó por el formato de la discusión sesgada. Tal vez por eso el cambio climático sea un tema tan candente, que polariza a la sociedad en campos opuestos.

Incluso en la ciencia, la opinión tiene la última palabra.


  1. Miller, Steve (2001) Public understanding of science at the crossroads. Consultado el 15 de abril de 2014 en: http://pus.sagepub.com/content/10/1/115.abstract
  2. Eagleman, D. M. (2011). Incognito, The Secret Lives of the Brain. New York, N.Y.: Pantheon Books.
  3. N.A. (N.D). Consultado el 15 de abril de 2014 en: http://faculty.washington.edu/chudler/facts.html
  4. Zasshi, N. (1990) An autopsy case of Alzheimer’s disease associated with Parkinson’s disease, compared to 2 Autopsy cases of diffuse Lewy body disease. Consultado el 15 de abril de 2014 en: http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/2384995
  5. Hall, J. S. (2007) Beyond AI, Creating the Conscience of the Machine. Amherst, N.Y.: Prometheus Books.
  6. N.A. (2011) Brain Tour. Consultado el 15 de abril de 2014 en: http://www.alz.org/braintour/alzheimers_changes.asp
  7. Eagleman, op. cit.
  8. Chabis, C. and Simons, D. (2010) The Invisible Gorilla. Consultado el 15 de abril de 2014 en: http://www.theinvisiblegorilla.com/gorilla_experiment.html

Lea su blog de autor en inglés o la traducción literaria al español de su novela, El ojo de la luna.

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  1. Craig Houchin
    Craig Houchin04-22-2014

    Another good one, Ivan. It’s right on-topic for the script I’m writing. See you soon.

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