Lenguaje y extinción
Octubre de 2011
Iván Obolensky
El tema del lenguaje es fascinante y complejo. Mi trabajo en el campo de la traducción me lleva a menudo a preguntarme por el tema de los idiomas. Existen muchos, demasiados como para ser conocidos todos por una misma persona, aunque el ilustre Emil Krebs, de finales del siglo XIX, parece haber aprendido a hablar y escribir sesenta y ocho idiomas y estaba familiarizado con otros ciento veinte como parte de su trabajo en los círculos diplomáticos en China, justo antes de la Primera Guerra Mundial.
Parece haber alguna esperanza de que el español se convierta en poco tiempo en mi segundo idioma. Después de todo, si alguien puede aprender sesenta y ocho lenguas, yo debería ser capaz de dominar dos, si no tres.
Sin embargo, imaginemos lo que representa conocer sesenta y ocho gramáticas diferentes o el significado de unas tres mil palabras en cada uno de esos idiomas. Esto lleva a que el número de definiciones que uno pueda recordar ascienda a más de doscientas mil, sin incluir los más de ciento veinte idiomas en los que el señor Krebs podía conversar. Realmente esto constituye una hazaña mental extraordinaria.
Para mí, cada lengua es como una especie separada con su propia personalidad. Batallar con sesenta y ocho sería como hacer gárgaras con talco.
Por supuesto, empecé a imaginar hasta qué punto podría llevar este símil con las especies y llegué a las preguntas:
¿Proliferarán los idiomas y habrá en el futuro más lenguas de las que existen hoy?
O bien, ¿se dará una extinción de lenguas y avanzaremos en una tendencia hacia un solo idioma?
Por otra parte, ¿ese aumento o descenso en el número de idiomas, se da simplemente en función del número de poblaciones humanas que existe?
Y, ¿estamos nosotros, como seres humanos, destinados a un solo idioma y a una sola población con un solo gobierno?
Quizá la respuesta pueda decirnos algo acerca de esa posibilidad.
El consenso es que el número de idiomas existente disminuye inexorablemente. ¿Por qué razón?
Un punto de vista es el del famoso lingüista Noam Chomsky. En una entrevista en 2007, Chomsky dijo que la idea del lenguaje es una noción de muy corto plazo, ya que este solo ha existido durante unos doscientos mil años. El hecho de que algunas lenguas estén desapareciendo no es algo especialmente alarmante. El lingüista mira este hecho desde el punto de vista que tendría un observador de otro planeta, que al mirar la Tierra concluiría que los seres humanos tienen fundamentalmente una lengua con algunas pequeñas variaciones, y que estas variaciones constituyen las diferentes lenguas que existen hoy en día.
Chomsky es conocido por su estudio sobre la adquisición del lenguaje en los humanos. Él afirma que dada la cantidad limitada de habla que un niño oye, no hay manera de que pueda elegir una dentro de todas las sintaxis del lenguaje posibles sin contar de antemano con algún tipo de plantilla que limite el número de opciones y le facilite por tanto el aprendizaje.1 Este concepto, junto con “La modularidad de la mente” de Jerry Fodor, ayudó a fomentar la idea de que existe una modularidad inherente que ayuda a la mente a enfocarse en una dirección determinada para ayudar en el aprendizaje, de la misma manera que en los animales los instintos parecen estar programados para ayudarlos a orientarse frente a ciertos comportamientos y hacer que no se sientan tan impotentes cuando son cachorros.2
Esto significaría que, en cierto grado, la capacidad de aprender el lenguaje se encuentra programada en cada uno de nosotros.
Chomsky señala que no hay ninguna diferencia particular entre un niño nacido en la selva del Amazonas y uno nacido en Cambridge, Massachusetts. No se conoce una diferencia importante en la capacidad cognitiva que impida a cualquiera de ellos convertirse en un físico cuántico.3
También existe una gran similitud fundamental entre todos nosotros y nuestros antepasados de hace un par de cientos de miles de años. Todos hablamos. Todos usamos el lenguaje, y si nos comparamos con nuestros antepasados de hace cincuenta mil años veremos que ambos grupos tenemos elementos culturales en común como la música, la ornamentación y la pintura.4
Para Chomsky, dado que el advenimiento de la lengua es bastante reciente en el registro que existe de la evolución, el hecho de que haya muchos idiomas puede ser simplemente una variación superficial que con el tiempo podría mitigarse. Otra explicación más prosaica de la disminución en el número de idiomas sostiene que estos se están perdiendo de una manera similar a la extinción de las especies que propicia la destrucción del hábitat. Por ejemplo, de ciento sesenta y cinco lenguas indígenas de América del Norte, solo ocho son habladas por más de diez mil personas y setenta y cinco las hablan apenas un puñado de personas. Aunque esto puede parecer muy alarmante, se estima que, en todo el mundo, tres mil de los 6.909 idiomas que aparecen en Ethnologue 2009 desaparecerán en los próximos cien años.5
Esto parece ser equivalente al número de poblaciones separadas. Antes del año 1200 deben de haber existido en el mundo muchos grupos separados de personas que vivían con sus propias culturas y lenguas; hoy estos son mucho menos.
Tan solo en los últimos cuatrocientos o quinientos años el hombre ha emprendido sus recorridos por el mundo y apenas en los últimos cien los viajes a través de los océanos se han vuelto algo común. Si los idiomas se comportan de igual manera que las especies en aislamiento, es posible que a medida que las poblaciones se desplacen, conquisten y sean conquistadas o asimiladas, las lenguas desaparezcan junto con las poblaciones que las hablan. El destino de los pueblos indígenas en Norteamérica y Suramérica seguramente es semejante a lo que ha sucedido en todo el mundo con los procesos de colonización que se vivieron en los siglos XIX y XX.
Independientemente de la cantidad de lenguas que existan hoy, también es cierto que estas cambian constantemente. Cuando se lee a Chaucer o a Shakespeare se encuentran formas del inglés que apenas se hablan hoy y que se entienden solo con ayuda de un buen diccionario.
La adición de jergas, modismos y la historia tienden a añadir palabras a las culturas y, poco a poco, con el tiempo, a crear un vocabulario que llega a ser muy diferente del que existía apenas unos pocos cientos de años atrás. A medida que las palabras se intercambian de un lado a otro, se va dando una tendencia a la convergencia de los idiomas.
Parece que cada nueva generación y cada grupo dedicado cuenta con su propio dialecto, que añade un nuevo vocabulario a la corriente predominante. Esto no parece sustituir al lenguaje actual, sino más bien enriquecerlo.
El nuevo conocimiento ha creado la necesidad de la nomenclatura para representar nuevas ideas y técnicas, así como de neologismos para designar los conceptos nuevos, a veces provenientes de otro idioma. El auge de la tecnología ha creado un amplio número de palabras nuevas, como es el caso de algunos términos en inglés que son asimilados por el francés y el español. Esto se ha vuelto tan frecuente que el centro de control del idioma en España, la Real Academia Española, incorpora continuamente nuevas palabras en español, en lugar de dejar simplemente que las nuevas palabras en inglés invadan la lengua.
La cuestión de la convergencia de todas las lenguas en una sola, a partir de todas las que proliferaron antes, aún es tema de debate.
En cierto sentido, con la disminución de la diversidad lingüística parece estarse dando algún tipo de convergencia, aunque sea por omisión. El último idioma que perdure será el que utilizaremos. Por otro lado, el lenguaje definitivamente evoluciona. El lenguaje de hoy no será el mismo que usaremos dentro de mil años y, si Chomsky tiene razón, en un par de cientos de miles de años aprender un nuevo idioma no será un problema porque es probable que haya solo uno, ya sea por una reducción gradual de las variaciones o por efectos de la globalización.
La convergencia en paralelo del número de idiomas y el número de grupos poblacionales podría significar que solo surgirá una lengua, pero existen también elementos que tienden a crear una diversidad lingüística. Existe la necesidad individual de ser diferentes, y la observación y la creación de nuevos fenómenos llevan constantemente a la construcción de nuevo vocabulario. Basta solo asistir a un seminario de Matemáticas sobre la teoría de números para saber que aunque el lenguaje que se habla allí es inglés, bien podría ser griego para alguien que no sea matemático. Es, por tanto, muy posible tener una lengua separada dentro del mismo idioma.
Un ejemplo histórico es el del latín. El latín clásico de Cicerón y Ovidio no lo hablaba el hombre de la calle. Este hablaba latín vulgar o latín mezclado con palabras locales, modismos y jerga. También era diferente del latín clásico en términos de inflexiones y ortografía.
Un ejemplo de la divergencia entre estos dos tipos de latín lo ilustra el gramático Marcus Valerius Probo, del siglo II d. C., quien hizo una lista de la forma correcta de escribir doscientas setenta y siete palabras o frases frente a la ortografía usada en el latín vulgar. Un ejemplo sencillo es el número veintiséis, donde se lee: “Musivum no Museum”.
El latín vulgar predominó y para finales del siglo VI las personas de diferentes secciones del Imperio romano ya no podían entenderse entre sí, e incluso el latín vulgar fue sustituido por las lenguas romances locales. Este fue un período de divergencia lingüística que coincidió con la caída de uno de los mayores imperios que hayan existido jamás. Es muy posible que en un futuro podamos tener un período de creación de un idioma durante una etapa prolongada de agitación política y social.6
De manera que, a pesar de que eventualmente podríamos evolucionar hasta tener un solo idioma, en el camino tendríamos que sortear períodos de diversidad lingüística. Pero una cosa es segura: para seguirle el paso a los continuos cambios tecnológicos que indudablemente se darán en el futuro inmediato, nos veremos obligados a aprender nuevo vocabulario.
Por el momento, vivimos en un mundo de culturas diversas con sus idiomas correspondientes. Aunque el inglés es considerado el idioma internacional de los negocios, todavía no significa que podamos acudir al inglés para todos los tratos comerciales. Hablar otro idioma es una muestra del respeto y la disposición que uno tiene para entender un país y su gente, y esto solo puede ser benéfico para todos los interesados.
Aunque es probable que con el tiempo se dé una convergencia de la lengua, el punto más fascinante e importante para tener en cuenta no es que haya tantos idiomas, sino que exista el idioma en sí mismo. Sin duda, esto dice más sobre la naturaleza de la humanidad que cualquier otro de nuestros atributos.
1 Chomsky, N. (2009, agosto 6). Noam Chomsky on Language’s Great Mysteries. Consultado el 5 de octubre de 2011 en http://bigthink.com/ideas/16057
2 Hall, J. S. (2007). Beyond AI: Creating the Conscience of the Machine. Amherst, NY: Prometheus Books.
3 Chomsky op. cit.
4 University of Utah. (2005, febrero 28). The Oldest Homo Sapiens: Fossils Push Human Emergence Back To 195,000 Years Ago. ScienceDaily. Consultado el 7 de octubre de 2011 en http://www.sciencedaily.com/releases/2005/02/050223122209.htm
5 Anderson, S. R. (sin fecha). How Many Languages Are There in the World? Consultado el 5 de octubre de 2011 en http://www.lsadc.org/info/ling-faqs-howmany.cfm
6 Gill, N. (sin fecha). Vulgar Latin—Learn Why Late Latin Was Called Vulgar: When Latin Spread, French, Spanish, Italian, and Other Languages Emerged. Consultado el 5 de octubre de 2011 en http://ancienthistory.about.com/od/latinlanguage/qt/vulgarlatin.htm
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