Las ideas y el método científico
Mayo de 2013
Ivan Obolensky
Joshua James es un científico, un médico en el campo de la patología (enfermedad). En este ejemplo hipotético, él ha observado una enfermedad particularmente maligna y ha construido una hipótesis sobre cómo piensa que actúa. El doctor Joshua basó su hipótesis en varios conjuntos de observaciones a largo plazo. Durante varios años ha estado experimentando con una vacuna y se siente respaldado para afirmar que con su desarrollo puede efectivamente evitar que esta enfermedad mate a una gran parte de la población. Hasta el momento no se han observado efectos secundarios importantes tras su aplicación.
Debido a los potenciales y desastrosos efectos económicos y de salud pública que crearía un brote de esta enfermedad, se espera que la vacuna sea legalmente obligatoria una vez que se encuentre disponible.
Aunque se trata de una situación hipotética, no está por fuera de un escenario posible y da lugar a la pregunta: ¿El Gobierno tiene derecho a vacunar a sus ciudadanos, por la fuerza si es necesario, en aras del “bien común”?
¿Cómo debemos abordar estos problemas?
En un sentido general, la humanidad parece ser en conjunto una historia de conflictos y competencia. Las ideas, incluso las buenas, parecen crear mágicamente su propia oposición. Las opiniones opuestas y conflictivas compiten por el dominio dentro de los grupos, así como al interior de las mentes de las personas, y el tema de la salud no es una excepción.
Las razones por las que los seres humanos se enferman han sido desde siempre un tema de gran interés para la humanidad. Ha habido infinidad de remedios, innumerables explicaciones y miles de millones de ideas sobre este tópico. Durante los últimos 500 años, la ciencia y el método científico han expandido la búsqueda de los orígenes de las enfermedades humanas y de la mala salud. El éxito alcanzado ha sido notable.
Hemos dado credibilidad a la ciencia y al método científico porque apunta a la naturaleza esencial de la existencia. El método nos permite desarrollar formulaciones del mundo que parecen ser correctas y útiles. La tecnología que ha surgido a nuestro alrededor durante los últimos siglos es la mejor prueba.
Entonces, ¿qué es la ciencia? Por definición, significa conocimiento, aunque también, de acuerdo con el diccionario Webster, “el conocimiento que cubre verdades generales sobre el funcionamiento de las leyes generales, en especial las derivadas y comprobadas a través del método científico…”1.
El “método científico” ha estado presente durante cierto tiempo y, sin embargo, una revisión cercana descubre que no existe una fórmula precisa para lo que es exactamente.
La literatura actual lo describe solo como:
1. Formular una pregunta.
2. Investigar.
3. Construir una hipótesis.
4. Comprobarla a través de experimentos.
5. Analizar los resultados y sacar conclusiones.
6. Reportar los resultados para que otros puedan verificarlos2.
En sí mismo, el método no parece algo extraordinario, pero cuando empieza a utilizarse, como en el caso de los descubrimientos de Robert Koch (considerado como el fundador de la Bacteriología moderna), muestra su eficacia. Koch es conocido por la identificación de las fuentes específicas del cólera, la tuberculosis y el ántrax. Su investigación condujo a la formulación de los postulados de Koch, un conjunto de principios que de manera concluyente vinculaban a un patógeno específico con una enfermedad determinada.
Estos principios son:
1. El agente causal del que se sospecha debe estar constantemente asociado con la enfermedad.
2. El agente del que se sospecha debe poder aislarse a partir del organismo o del cultivo infectado.
3. Cuando un organismo sano es inoculado con un cultivo puro del agente sospechoso, se deben desarrollar los síntomas de enfermedad original.
A este conjunto E. F. Smith añadió en 1905 un cuarto principio:
4. El mismo patógeno debe volver a ser aislado a partir del organismo infectado.
Koch obtuvo el Premio Nobel en 1905 por sus investigaciones sobre la tuberculosis.
Debe señalarse que aunque esta rigurosa prueba debería poder aislar de forma concluyente a los portadores de la enfermedad –y lo hizo en su momento–, los postulados han tenido que modificarse en algún grado para tomar en consideración elementos como los portadores asintomáticos (aquellos que transportan la enfermedad, pero no muestran ningún síntoma) y para contemplar el hecho de que algunos agentes infecciosos, como los priones (una proteína en una forma mal plegada que ocasiona la enfermedad de las vacas locas) no pueden crecer en cultivos, dado que no están vivos por sí mismos.3
Este esquema simple, pero poderoso, contiene los principios fundamentales de la teoría médica sobre la patología o los gérmenes.
Hace trescientos años predominaba la teoría miasmática de la enfermedad, que sostenía que las enfermedades como el cólera y la peste negra se transportaban a través de aire maligno conocido comúnmente como miasma. De allí se desprendieron ideas que prevalecen aún hoy en día, tales como: no abrir las ventanas por la noche porque no es saludable, lo mismo que la completamente opuesta: abrir las ventanas para dejar salir el aire contaminado.
Antes de esto, la idea predominante detrás de la medicina occidental era la de los cuatro humores, promovida por Galeno, un médico romano que murió en 200 a. C. Su concepto era que ciertos fluidos del cuerpo (concretamente, la sangre, la bilis amarilla, la bilis negra y la flema) y sus equilibrios relativos eran necesarios para conservar la salud física y mental. Los desequilibrios de cualquiera de estos con relación a los demás se expresaban en cambios en el temperamento humano. Galeno pensaba que la sangre se creaba y no recirculaba y que podía estancarse en las extremidades. Además, creía que era el humor dominante y que controlándola por medio de las sangrías, por ejemplo, podía restaurarse el equilibrio del cuerpo.
Este concepto se basaba en fundamentos aún más tempranos que había establecido Hipócrates de Grecia (460 a. C.-370 a. C.) unos 600 años antes. Hipócrates definía la salud como el equilibrio entre las distintas partes y la enfermedad como la alteración de dicho equilibrio.4
Hipócrates fundó además la Homeopatía. Se dice que utilizaba pequeñas cantidades de raíz de mandrágora para curar la manía ya que en grandes cantidades era lo que la producía. La base de la homeopatía sostiene que la ingestión de pequeñas cantidades de los ingredientes que desencadenan los síntomas en una persona cura a quienes sufren de los mismos síntomas.5
El logro del equilibrio y el balance en el cuerpo como sinónimo de salud ha sido una de las creencias más persistentes y arraigadas en la historia humana.
También ha estado en el centro de una de las disputas más intensas de la mente humana: creer que la enfermedad es el resultado de los gérmenes o que lo es de desequilibrios al interior y alrededor del cuerpo. Sabemos que es una batalla épica pues aún tiene lugar, incluso en la actualidad. La teoría de la enfermedad causada por los gérmenes es la que respalda el más antiguo de los métodos “modernos” para control de la enfermedad: la vacuna.
La viruela fue uno de los mayores flagelos de la humanidad. La expresión de esta enfermedad es peor que cualquier efecto especial de una película de terror. Se cree que hizo su aparición en las poblaciones humanas alrededor de 10 000 a. C. En el siglo XVIII arrasó anualmente a 400 000 personas en Europa Occidental y tan solo en el siglo XX fue la causa de entre 300 y 500 millones de muertes. Sumadas las muertes que ha producido en todos los siglos que ha existido, el número es muchas veces superior.
Edward Jenner, un médico provincial en Inglaterra, descubrió que inocular personas con el fluido de la lesión de la viruela bovina, una enfermedad común en las personas que ordeñan, creaba protección contra la viruela. Sus conclusiones se publicaron en 1798. Los resultados de sus inoculaciones fueron extraordinariamente eficaces y constituyen el fundamento de las vacunas modernas. La aceptación de su descubrimiento creció lenta, pero inevitablemente. Fue un gran logro, tal vez uno de los más grandes en la historia en términos de vidas humanas salvadas. El profundo efecto sobre las personas que sobrevivían a la enfermedad y que no tenían que soportar la posibilidad de vivir con una cicatriz permanente es otro resultado poco apreciado.
El parlamento británico le concedió a Jenner el equivalente a un millón de dólares de hoy. Recibió honores de Oxford y Cambridge, así como de la Universidad de Harvard.
Sin embargo, a pesar de los buenos resultados de la inoculación, en la década de 1830 surgió un fuerte movimiento contra las vacunas. Muchos británicos de la clase trabajadora consideraron las leyes de vacunación obligatoria (que se aprobaron en 1821) como una agresión gubernamental de la clase dominante. La medicina no tradicional consideraba la vacunación como destructiva, y quienes se oponían en esa época a la vivisección (el uso de animales para experimentación) unieron sus fuerzas con el movimiento antivacunación. Hubo una reacción importante contra el Gobierno.5
La opinión del Gobierno británico era que tenía el derecho de inmunizar a la población en aras del bien común. Esta forma de pensar se basaba en el uso realmente efectivo de la autoridad gubernamental occidental, como cuando se utilizó para combatir la aparición y el resurgimiento de la peste. Esto comenzó con las comisiones especiales de salud que se establecieron en las ciudades italianas de Venecia y Florencia durante la Peste Negra de 1348. Las comisiones de salud estaban conformadas por destacados ciudadanos y su función principal era hacer cumplir las leyes sanitarias existentes, tales como la remoción de las calles de las “personas infectadas”. Ambas ciudades trataron de impedir el acceso de viajeros procedentes de lugares infectados y de aislar los productos que traían con ellos. La cuarentena completa llegó un poco más tarde. El ducado de Milán, a finales de los años 1300, ordenó a los hospitales locales admitir a los infectados, creó refugios temporales y aplicó la segregación de los enfermos de los que estaban sanos. En 1399 se creó también el primer registro regular de las muertes con el fin de monitorear el advenimiento y el progreso de una enfermedad, al exigir a los ciudadanos que notificaran todos los casos de enfermedad y muerte. Algo que resultó fundamental para la supervivencia de una ciudad infestada por la plaga fue la vigilancia sistemática y la segregación de la población con el fin de aislar y detener el progreso de la infección. También fue necesario utilizar la fuerza para asegurar el cumplimiento de las órdenes. Si esta fue la única razón para lograr un control efectivo de la enfermedad o si la virulencia de la plaga disminuyó con el tiempo es una pregunta que no se responde fácilmente. Como fuese, las fuertes medidas comunitarias para limitar la infección fueron eficaces, y la cuarentena se sigue utilizando hoy en día.
A pesar del éxito de estas políticas, en 1600 se vivieron protestas generalizadas ante la interferencia en la vida privada derivada de las acciones y mandatos gubernamentales. En 1708 un cordón sanitario establecido alrededor de Konigsberg por el gobierno prusiano fue retirado ante la protesta generalizada que sostenía que el cordón mismo mataba más gente que la propia plaga, ya que todo contacto con el mundo exterior estaba interrumpido, incluyendo el suministro de comida.6
La idea de los gobiernos occidentales de restringir las libertades de los ciudadanos por el bien común tiene fundamento y se justifica por la necesidad de controlar la enfermedad, específicamente la plaga. Finalmente, esta concepción se convirtió en ley. En 1905, la Corte Suprema de Estados Unidos, en el caso Jacobson versus Massachusetts, dictaminó que la necesidad de proteger la salud pública mediante la vacunación obligatoria contra la viruela superaba el derecho del individuo a la privacidad. A partir de este principio se hizo posible restringir otras libertades siempre y cuando fuera por el bien común.
Hoy, seguimos explorando este mismo tema, pero en otro sentido: ¿cuánta restricción de la libertad personal es demasiada? ¿Qué pasa si el aumento de la incursión en la privacidad mediante la vigilancia y la requisa reduce la calidad de vida hasta el grado que no valga la pena el aumento progresivo de la seguridad pública? ¿Cómo podemos medir que demasiado es demasiado, o que muy poco es muy poco?
Nuestra cultura se basa en la competencia de ideas e intereses. Esto puede llevar fácilmente a la violencia. Uno de los mayores logros del método científico no ha sido simplemente los resultados alcanzados, como nuestra tecnología e infraestructura, sino también la aceptación por parte de grupos dispares de ideas a menudo inquietantes, no por la fuerza sino a través del argumento, la lógica y la demostración: los sellos de la civilización.
Referencias
- Science. (1981) Webster’s New Collegiate Dictionary 150th Edition. Springfield, MA: G&C Merriam
- Using the Scientific Method to Go Green (2011, March 9). Consultado el 20 de mayo de 2013 en: http://proud2bgreen.wordpress.com/2011/03/09/year-to-year-energy-usage-comparison.
- What is a Prion? Consultado el 20 de mayo de 2013 en: http://www.news-medical.net/health/What-is-a-Prion.aspx
- Deans, E. (2011) The Humoral Theory of Disease – Ancient Western Medicine. Consultado el 20 de mayo de 2013 en: http://evolutionarypsychiatry.blogspot.com/2011/06/humoral-theory-of-disease-ancient.html
- Stern, A. M. & Markel, H. (2005) The History Of Vaccines And Immunization: Familiar Patterns, New Challenges. Consultado el 30 de julio de 2020 en: https://www.healthaffairs.org/doi/full/10.1377/hlthaff.24.3.611
- Slack, P. (2012) Plague, A Very Short Introduction. Gosport, Gran Bretaña: Oxford University Press.
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