¿Libre albedrío?

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Abril de 2012
Ivan Obolensky

¿Existe realmente el libre albedrío? ¿Tomamos en verdad nuestras propias decisiones? Esto se conoce como el Interrogante sobre el libre albedrío, y su respuesta no es sencilla.

Un bando sostiene que estamos a cargo de nuestro destino, y que somos responsables de nuestras acciones y decisiones. Pensar en un grado menor de responsabilidad socavaría la existencia de la ley y el orden. Si no tenemos control de lo que hacemos, ¿cómo responsabilizar entonces a las personas por sus acciones? Después de todo, si esta percepción fuese un error ¿qué podríamos decir a los 1,7 millones de personas de Estados Unidos que se encuentran en prisión, bajo libertad condicional o sujetas a vigilancia supervisada?

Esto podría considerarse como un sólido respaldo al libre albedrío. Uno hizo o no hizo algo; una vez que se han demostrado los hechos, la consecuencia es entonces lo que está previsto en la ley. Si la ley determina el encarcelamiento durante tres años, entonces serán tres años. La ignorancia de la ley no es excusa. Todos los miembros de la sociedad debemos rendir cuentas por nuestras acciones.

El otro bando argumenta que somos la suma de muchas partes, y que nuestras acciones son dictadas por la genética, la educación y el entorno. Tomamos decisiones en respuesta a las situaciones que nos son impuestas. En realidad, tenemos poco control. Los gobiernos asignan ciertas conductas mediante las leyes. Los auges y las crisis en la economía determinan nuestra capacidad para mantener a nuestras familias y mantenernos nosotros mismos. Las circunstancias limitan nuestras opciones a unas cuantas alternativas posibles. Entonces, ¿cómo podemos ser plenamente responsables?

Los gobiernos dicen que pueden crear un entorno económico que promueva el crecimiento y el empleo. Si se presenta un desastre económico, ¿quién es el verdadero responsable: el trabajador sin empleo?

La aleatoriedad también puede crear situaciones en las que uno no tiene injerencia sobre el resultado. Un desastre natural fortuito puede desencadenar circunstancias que desafían incluso la moral y la ética más férreas. ¿Pueden entonces considerarse estas como circunstancias atenuantes?

Lo anterior podría verse como un respaldo firme al no autodeterminismo.

Existen además posiciones intermedias. Algunos consideran que podemos no tener autodeterminismo, y sin embargo seguir siendo moralmente responsables por lo que hacemos. Esto podría considerarse como lo mejor de una mala situación. Puede ser que no tengamos un control pleno, pero la alternativa de no cumplir la ley y el orden resulta mucho peor. Tenemos que ser responsables. La alternativa sería el caos.1

Y cuando pareciera que se han definido ya casi todas las posiciones sobre este tema, surge un creciente cuerpo de evidencia biológica que sugiere que criaturas de todos los niveles de complejidad pueden verse influenciadas por los parásitos y que estos pueden dictar su comportamiento.

Las relaciones parasitarias que inciden en un cambio del comportamiento han estado presentes durante millones de años. Los biólogos que investigan plantas fósiles de hace cuarenta millones de años han encontrado perforaciones peculiares en el envés de una hoja. Estas marcas son idénticas a las encontradas cuando un hongo, el Ophiocordyceps unilateralis, infecta las hormigas carpinteras. El hongo obliga a la hormiga infectada a subir por un tallo hasta la parte inferior de una hoja y a morder una vena importante de la planta. La hormiga se paraliza, y el hongo desarrolla un tallo desde la cabeza de la víctima para liberar esporas que infecten a más hormigas. Los fósiles de cuarenta millones de años revelaron 29 cicatrices que coinciden con las marcas de las actuales hormigas carpinteras infectadas por hongos.2

Del mismo modo, se han encontrado sorprendentes interacciones en peces, cangrejos, caracoles, y en otras partes del reino animal. A medida que avanza la parasitología, se descubren cada vez más relaciones.

El Toxoplasma gondii ha recibido gran atención en los medios. Esta es una especie de protozoo, similar a una ameba o a un paramecio. Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (Centers for Disease Control and Prevention o CDC), se estima que la mitad de la población humana es portadora de una infección por T. gondii. Este es el parásito alimentario más común que causa infecciones que requieren la hospitalización del receptor, y es la tercera enfermedad alimentaria por parásitos más recurrente. Un estudio realizado en el Reino Unido encontró que el 38 % de la carne comercial que se vende en tiendas de abarrotes tenía quistes de T. gondii.

El anfitrión principal de este parásito es la familia de los gatos. El ciclo de vida del T. gondii tiene dos fases. La parte sexual del ciclo tiene lugar solo en los gatos (domésticos y salvajes). La parte del ciclo asexual se lleva a cabo en cualquier animal de sangre caliente, como los mamíferos y las aves.

Cuando el T. gondii infecta ratas y ratones, altera su comportamiento, haciendo que se sientan irresistiblemente atraídos por el olor de la orina de los gatos. En estudios realizados con machos, se demuestra que la infección parece activar en los ratones y las ratas la necesidad urgente de aparearse, como si estuviesen en presencia de hembras, con una intensidad que se sobrepone a su aversión natural hacia los gatos. Este comportamiento los pone en la proximidad de un gato, lo que abre la posibilidad de que el ratón o la rata sean devorados por el gato y que los protozoos puedan completar la parte sexual de su ciclo de vida.

Hay indicios de que el T. gondii también puede influir en el comportamiento humano. Las infecciones por T. gondii se han vinculado a un comportamiento caracterizado por una disminución en la búsqueda de novedades, reacciones más lentas, inseguridad y neurosis. Varios estudios han demostrado una participación del T. gondii en ciertos casos de paranoia y esquizofrenia.

También existe una correlación entre las infecciones previas por T. gondii en madres y la incidencia en el género de los nacimientos humanos, con un aumento de 72 % en la probabilidad de que el nacimiento sea de un varón. Otros cambios de comportamiento incluyen una creciente atracción de los hombres hacia una mujer con el parasito.3

Solo ahora estamos empezando a tomar conciencia de la compleja dinámica entre parásitos y anfitriones. Los parásitos constituyen la mayoría de todas las especies sobre la Tierra. Puede haber hasta cuatro veces más parásitos que especies de vida libre, lo que significa que el parasitismo es el comportamiento predominante de la vida en este planeta.4

Los virus también juegan un papel mucho más importante en nuestra existencia de lo que se pensaba inicialmente.

Son las formas de vida más abundantes en la Tierra, con la asombrosa cifra de 100 millones de tipos diferentes.

Hay aproximadamente diez mil millones de virus en cada litro de agua de mar. La oceanografía microbiana está en su infancia y el papel de los virus marinos apenas comienza a comprenderse. Las infecciones virales controlan la propagación de plancton marino y de bacterias, que de otro modo podrían anular cualquier otra forma de vida en el océano.5

Mientras más aprendemos, más nos damos cuenta de que vivimos suspendidos en una compleja red de interdependencias. Nos gusta pensar que somos la principal fuente de cambio en el planeta, solo para descubrir que esta influencia se mueve en ambas direcciones. El verdadero motor del cambio son las complejas y permanentes relaciones entre los parásitos y los anfitriones, y este es un motor mucho más grande y poderoso de lo que se ha considerado hasta el momento. Entonces, ¿en dónde deja esto a nuestro libre albedrío?


1 Pink, T. (2004). Free Will: A Very Short Introduction. Oxford, Reino Unido: Oxford University Press.

2 Choi, C. Q. (2010, agosto 17). Mind-Controlling Parasites Date Back Millions of Years. Consultado el 11 de abril de 2012, en http://www.livescience.com/8496-mind-controlling-parasites-date-millions-years.html

3 Body Horrors. (2011, abril 28). Consider the Carpaccio: Looking at Toxoplasmosis. Consultado el 12 de abril de 2012, en http://bodyhorrors.wordpress.com/2011/04/28/consider-the-carpaccio-looking-at-toxoplasmosis/

4 Zimmer, C. (2000). Parasite Rex: Inside the Bizarre World of Nature’s Most Dangerous Creatures. Nueva York, NY: Free Press.

5 Crawford, D. H. (2011). Viruses: A Very Short Introduction. Oxford, Reino Unido: Oxford University Press.


Lea su blog de autor en inglés o la traducción literaria al español de su novela, El ojo de la luna.

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