La búsqueda del éxito

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Febrero de 2012
Ivan Obolensky

Hace algún tiempo diseñé un plan para mejorar mi vida. Decidí seguir los pasos de las personas exitosas leyendo sus historias y emulándolas. Cuando investigué, descubrí que muchas personas tenían la misma idea y buscaban respuestas en la industria de la autoayuda.

Esta industria replicaba ella misma el éxito que muchos queríamos alcanzar.

Las ventas de libros de autoayuda aumentaron el 96 % entre 1991 y 1996, y entre 2003 y 2005 la categoría creció en 24 %.

En Estados Unidos este mercado vale hoy más de 14 mil millones de dólares y muestra una tasa de crecimiento anual superior al 10 %.1 A esto se suma que 40.000 personas trabajan en Estados Unidos como orientadores personales.2

En mi visita a la sección de autoayuda de la librería local encontré decenas de títulos sobre el pensamiento positivo, la construcción de la autodisciplina, entre muchos otros métodos de superación personal. Los autores proponían un conjunto específico de pasos y citaban numerosos casos en los que sus métodos habían funcionado con éxito.

Mi pregunta entonces fue: ¿realmente esto funciona?

Recordé la historia de Diágoras, un ateo de la antigua Grecia, que cuando le mostraban imágenes de los marineros que con sus plegarias habían salvado la vida en medio de enormes tormentas, pedía ver las imágenes de aquellos que también oraron, pero no lograron salvarse.

Se nos dice cuando somos jóvenes que el éxito es producto de muchas cosas, pero principalmente del trabajo esforzado. Sin embargo, no puede uno evitar preguntarse: ¿cuántas personas que han trabajado arduamente no han alcanzado el éxito que buscan?

Siempre me pareció que la respuesta era demasiado simple, pues yo mismo conocía varios fracasos de personas muy persistentes en sus empeños.

Decidí entonces investigar un poco.

En mi investigación encontré que el éxito y la felicidad parecen ir de la mano. La literatura psicológica indicaba que existe una correlación entre ambos. Por lo general, cuanto más recursos (dinero, amigos e influencia) se tengan más feliz se es; en consecuencia, mientras más exitoso sea uno más recursos tendrá disponibles.3

En cuanto a si el éxito conduce a la felicidad, o la felicidad al éxito, el punto no estaba claro.

Existe en estos momentos cierta evidencia de que trabajar para alcanzar la felicidad conduce más a menudo al éxito que lo contrario: trabajar por el éxito para alcanzar la felicidad.4

Pero, ¿cuántas personas en el mundo son exitosas?

Al buscar los porcentajes de la población exitosa encontré muy poca información disponible, sin embargo, recordé el principio de Pareto: el 80 % de la riqueza proviene de un 20 % de la población y esta medida mantiene una precisión aproximada en muchos conjuntos de datos en períodos de tiempo diferentes.

Uno podría suponer, por tanto, que al menos el 20 % de la población podría considerarse exitosa en términos de recursos y por ende ser más proclive a ser feliz. Quizá si investigaba el porcentaje de estadounidenses felices podría averiguar indirectamente el porcentaje de aquellos que tuvieron éxito.

Me encontré con lo siguiente:

En 1972, el 30 % de los estadounidenses afirmaron sentirse muy felices, mientras que en el año 2004 el porcentaje fue del 31 %.5 En 2005 esta cifra ascendió al 34 %, y para 2011 descendió al 28,8 %.

El porcentaje de personas en la categoría “muy felices” se ha mantenido relativamente estable durante un período prolongado (independientemente de lo que se considera bajo la definición “muy felices”). La Encuesta Social General (General Social Survey o GSS) ha reportado sobre este punto desde 1972 (cuando fue financiada por la National Science Foundation), haciendo el mismo tipo de preguntas durante cuarenta años: ¿qué tan feliz se siente usted en estos momentos de su vida? 6

Cabe anotar en este punto una inquietud que me surgió en ese momento: ¿no era extraño que el nivel de satisfacción de los “muy felices” (al que mucha gente quisiera llegar) se mantuviese constante, y en cambio la industria de la autoayuda creciera tan rápidamente?

Yo quería saber cuáles eran mis probabilidades de éxito si seguía la ruta de la autoayuda. No quería saber el número exacto, con décimas, solo un cálculo aproximado. Para responder a esta inquietud tenía que saber si existía alguna estimación general sobre la eficacia de la autoayuda.

Tras una revisión en esta área encontré opiniones muy divergentes. Algunos estudios sostenían que la probabilidad de eficacia de la autoayuda era absolutamente ninguna. Otros afirmaban que podía llegar al 63 % cuando se trataba de personas que comen compulsivamente 7 y un estudio sobre depresión aseguraba que los libros de autoayuda resultaban tan efectivos como una sesión de terapia.8

Como puede verse, de cero al 63 %, el rango de eficacia era bastante amplio.

Yo no consideraba que la categoría de autosuperación fuera especialmente nociva. Simplemente no estaba tan seguro de su eficacia. Decidí asumir que la autoayuda en general tenía por lo menos la eficacia de un placebo.

La palabra placebo significa “complaceré” y se refiere a una sustancia farmacológicamente inerte (como una pastilla de azúcar) que parece producir un efecto similar al de una sustancia activa. Lo usó por primera vez en tiempos modernos H. K. Beecher en 1955 (The Powerful Placebo), cuando evaluó quince ensayos clínicos y encontró que el 35 % de 1.082 pacientes se sintieron aliviados de manera satisfactoria solo con un placebo.

El efecto placebo ha sido hace poco objeto de escrutinio en el campo de la medicina y en algunos estudios, como uno publicado en 2011 en el New England Journal of Medicine, que halló poca evidencia de su eficacia.9

No pude encontrar estudios sobre la eficacia general de la categoría de autosuperación distintos a algunos específicos relacionados con la depresión. Decidí asignar a un programa de autoayuda una eficacia al menos similar a la del 35 % de un placebo (tal como la propone Beecher) y considerarlo posiblemente tan eficaz como el escenario optimista del 63 % para los trastornos de alimentación compulsiva.

También establecí “muy feliz” como el resultado preferido de dicho programa.

Es posible que muchas personas hayan ascendido de la etapa de fracaso a la de hacerlo mejor, pero consideré que el éxito es mucho más que una simple mejora, y que el resultado de un programa eficaz debe traer como resultado un muy feliz.

Debido a que la categoría “muy feliz” es bastante estable en el tiempo en cuanto a su porcentaje, establecí este en 30 %.

Esto significaba que 300 personas de cada mil eran muy felices. Una efectividad del 35 % en el campo de la autosuperación significaría que 105 de 300 podría ser el resultado de un programa de autoayuda con hasta 189 de estos en el extremo superior de un 63 % de efectividad.

Es por supuesto imposible establecer si alguna de estas personas acudió a la autoayuda, pero si miramos los números generales de la población y le otorgamos cierto grado de efectividad al mercado de la autoayuda, entonces 105 de cada 1.000 personas, y hasta incluso 189 de cada 1.000, serían muy felices, como resultado de seguir cierto régimen de auto-mejoramiento.

Esto significaría que yo tenía una probabilidad de lograr el éxito comprendida en algún punto entre el 10,5 % (105 de cada mil) y el 18,9 % (189 de cada mil). En cualquier caso estaba por debajo del 50 %, o sustancialmente menor que la probabilidad al lanzar una moneda.

Estos resultados no son de ningún modo científicos, pero tampoco son completamente desatinados. Sin importar lo que uno pueda creer, persiste la observación contradictoria de que el área de autoayuda está logrando el éxito que pretende promover, mientras que el número de quienes se consideran muy felices se ha mantenido nivelado en el tiempo. Pero hay que considerar también nuestro actual entorno económico, político y financiero.

¿A dónde va a parar todo ese éxito?

¿Será que hay algo más en el tema del éxito que quizá estemos pasando por alto?

Las siguientes son algunas conclusiones.

Concluí que para mi caso no podía basarme en el área de la autoayuda para estar seguro de mi éxito, pues este no se alcanza estrictamente por las acciones del individuo o del ego.

El estratega chino Sun Tzu escribió alrededor del siglo V antes de Cristo que un buen general puede saber cómo ganar una guerra o una batalla, pero no contar con la oportunidad de hacerlo debido a que el general enemigo no comete errores que puedan aprovecharse.

El entorno en el que uno se mueve podría contener factores que impiden el éxito. Entre estos podría incluirse la economía. El capital es escaso. Las oportunidades son pocas. Uno puede saber cómo hacer un buen trabajo, pero no hay trabajos disponibles. Quizá sea necesario dar una buena mirada alrededor para saber dónde hay más oportunidades.

Las grandes migraciones a Estados Unidos desde Europa y el Este durante la primera parte del siglo XX las hicieron quienes pensaban que un cambio de entorno podría mejorar sus probabilidades de éxito.

Las personas que nos rodean también son parte del entorno. Mi esposa dice que para tener un hermoso jardín (una hermosa vida), es necesario espantar las ratas y los parásitos y mantenerlos alejados. Y eso puede llegar a ser un ejercicio continuo.

Algunas veces es necesario fumigar la vida propia y deshacerse de quienes no nos dejan crecer.

En términos biológicos se piensa que una de las razones por las cuales la humanidad pudo prosperar con tanto éxito fue la migración emprendida desde el cálido trópico ecuatorial hacia el clima frío del Norte. Al mudarse a climas más fríos muchas enfermedades se quedaron atrás, lo que permitió una actitud mucho más vigorosa y mayor capacidad para ampliar y explotar el medio ambiente disponible.

Otro factor es el momento, como en el caso del auge de las empresas puntocom en la década de 1990. La Internet era entonces como un depósito inexplorado con un gran potencial de expansión, pero lo fue solo por un corto período de tiempo. Las mismas acciones repetidas ahora fracasarían debido a la creciente competencia que existe hoy.

Otro ejemplo es lo que puede estar pasando en el mercado de préstamos hipotecarios en 2012, en comparación con 2001. En ese entonces se trataba de una industria en crecimiento con abundantes oportunidades de refinanciamiento. En 2012, la reciente debacle inmobiliaria y el actual entorno crediticio hacen que la refinanciación de las hipotecas sea mucho más difícil, si no imposible.

El momento puede marcar una gran diferencia incluso en las personas más disciplinadas, capaces y trabajadoras.

Hay que evaluar el entorno propio para poder descubrir por cuáles resquicios podría uno colarse. Puede ser que uno tenga la capacidad de alcanzar el éxito, pero no contar con la oportunidad de hacerlo. A veces simplemente vale la pena esperar.

El éxito no es perpetuo; las circunstancias cambian y uno puede ser exitoso en un momento y fracasar en el siguiente. El éxito requiere preparación; hay que preguntarse en qué punto se encuentra uno dentro de un ciclo de expansión y contracción.

Buscar la felicidad puede ser una mejor meta que alcanzar el éxito. Al menos, si uno alcanza el éxito en el proceso uno podría estar feliz, lo cual es mejor que el simple éxito alcanzado por muchos.


1 Kremer, J. (2011). Using Statistics to Plan New Editorial. Consultado el 14 de febrero de 2012, en http://www.bookmarket.com/statistics

2 Google Answers. (2006, noviembre 28). Q: Amount spent on self-help. Consultado el 14 de febrero de 2012, en http://answers.google.com/answers/threadview/id/786161.html

3 Quora. (2010). Is there a correlation between success and happiness?Consultado el 14 de febrero de 2012, en http://www.quora.com/Is-there-a-correlation-between-success-and-happiness

4 Cobb, J. (2010, noviembre 30). What’s wrong with this statement? Consultado el 14 de febrero de 2012, en http://www.missiontolearn.com/2010/11/happiness-success/

5 Pew Research Center. (2006, febrero 13). Are We Happy Yet? Consultado el 14 de febrero de 2012, en http://pewresearch.org/pubs/301/are-we-happy-yet

6 University of Chicago. (2011, abril 14). Highest Percentage of Americans in Four Decades Say Financial Situation Has Gotten Worse. ScienceDaily. Consultado el 14 de febrero de 2012, en http://www.sciencedaily.com/releases/2011/04/110414160740.htm

7 Park, M. (2010, marzo 31). Self-help treatment effective for bing eating, researchers say. Consultado el 14 de febrero de 2012, en http://articles.cnn.com/2010-03-31/health/binge.eating.treatments_1_binge-eaters-disorder-experts-health-research?_s=PM:HEALTH

8 Andrews, S. (2007, mayo 13). Self help books: Are they effective. Consultado el 14 de febrero de 2012, en http://www.helium.com/items/332932-self-help-books-are-they-effective

9 The Skeptic’s Dictionary. (sin fecha). «Placebo effect». Consultado el 14 de febrero de 2012, en http://www.skepdic.com/placebo.html


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